Moteros yanquis, gremlins y caídas. Así nacieron las Guardian Bells, las campanas protectoras de las motos
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Moteros yanquis, gremlins y caídas. Así nacieron las Guardian Bells, las campanas protectoras de las motos

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Seguro que alguna vez te has encontrado o has visto algún motero que en su moto (usualmente tipo chopper o del estilo) tiene una pequeña campanita colgada en alguna parte que queda colgando en el aire, pero muy cerca del asfalto.

No es un simple elemento decorativo. Detrás de esa campanita metálica hay una leyenda muy simbólica que incluye motos, globins (o gremlins) y una superstición para cargarse la mala suerte. Son las 'Guardian Bells'.

Una oscura noche en una carretera entre México y Estados Unidos...

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La cultura motera está llena de simbolismos y curiosidades, y nada es por casualidad. Sin ir más lejos, hasta el saludo motero en forma de uve tiene su historia detrás. Pues la campanita metálica que ves colgada en algunas motos también. Y aunque hay muchas teorías, esta es la más extendida:

Nos ubicamos entre los años 50 y 60 del siglo pasado. Entonces las carreteras no gozaban de tanta seguridad como hoy en día, y salir en moto era una aventura en el mal sentido de la palabra. Entre los muchos peligros que había estaban unos pequeños seres bastante molestos, enanos y traviesos: los 'gremlins'.

Si, nuestra historia tiene ciertos tintes mitológicos. Pues estos infraseres se dedicaban a molestar a los moteros; les hacían perrerías, tirándoles de la moto, causando accidentes e incluso problemas mecánicos. Malditos sean. En realidad era una metáfora para referirse a las malas vibras.

Y claro, nuestros antepasados yanquis moteros buscaban la manera de viajar seguros en sus amadas monturas. Pues nuestro protagonista era motero barbudo que volvía a Estados Unidos desde México, cargado de regalos para niños de un orfanato.

La mala suerte (mentira, los gremlins) hicieron que el motero se fuese al suelo al tomar una curva. Su bicicleta se estrelló y quedó totalmente desguazada... Y el pobre de él se quedó casi inmóvil en el suelo, pero por suerte, una de las alforjas de su moto aterrizó cerca de él. Eso le salvaría.

La cuestión, que de repente aparecieron unos cuantos duendecillos malignos y rodearon a nuestro motero barbudo. Con afán intimidatorio, cada vez lo acorralaban más, incluso empezaron a agredirlo. En defensa propia, metió la mano en la alforja y empezó a tirar a estos gremlins. "¡Pim, pam!" A los gremlins les caían los juguetes de nuestro socio yanqui a diestro y siniestro.

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"Me he quedado sin cosas que tirar", se decía el maltrecho motorista a medida que metía la mano sacaba objetos y los tiraba a modo de metralleta. Pero quedaba su salvación, y el mito: una pequeña campaña brillante. Pero no la tiró, sino que la tocó.

Cuestión, que por allí pasaban otros dos motoristas. Nuestro socio yanqui seguía dándole que te pego a la campana, y casualmente la escucharon. Se acercaron corriendo a socorrerlo, y los gremlins huyeron como alma que lleva el diablo.

La campana le salvó la vida. Así que en forma de agradecimiento, rasgó el cuero de sus alforjas e hizo un colgante con ellas. "Tomad, ponedlas en vuestra moto para que os protejan, y si algún día tenéis problemas, tocadlas". Y así fue como nació una leyenda que se extiende hasta nuestros días. Una preciosa metáfora.

Las Guardian Bells tienen unas reglas que cumplir

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Esta leyenda acompaña una serie de reglas si quieres equipar una en tu moto. Y ojo, porque son sagradas.

No puedes comprar tu propia campana; te la tienen que regalar, o sino el aura sobrenatural de esta campana no se desbloqueará, o eso dicen las lenguas... En consecuencia, tampoco lo puedes colgar tú, sino la persona que te la ha regalado. Y si vendes tu moto, más vale que la lleves siempre contigo. Si te la roban, pierden todo su poder, así que tranquilo.

Los lugareños americanos recomendaban desde el principio colocarlas en la parte más baja posible de la moto, debajo de los faros, estriberas... El objetivo era ahuyentar a los gremlins, que siempre se agazapan en el suelo.  Y por cierto, más te vale ser pulcro; has de limpiarla y pulirla con regularidad.

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